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Alberto Manzano. El arte de la traducción

Leonard Cohen recibirá este año (2011) el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Sirva este galardón como excusa para hablar con su traductor al castellano, el poeta Alberto Manzano, quien aparte de su labor traductora cuenta con una producción literaria propia. Con él hablamos sobre el proceso de la traducción literaria y sobre su reciente biografía del músico y poeta canadiense.

¿La labor de un traductor no puede aspirar más que a la invisibilidad?, es decir, que el lector lea una obra traducida sin reparar en que el texto original ha pasado por otras manos que no son las del autor original.

La invisibilidad es para quien la quiera ver. No desmerece en la forma luminosa de lo corpóreo. Lo invisible está diluido en el todo, realzándolo. Y esa es precisamente la función del traductor, pasar desapercibido en la comunión del texto original con la interpretación que el traductor hace de la obra. El protagonismo de la traducción queda solapado por el traje original, pero es precisamente lo que da sentido a las solapas. Personalmente, me siento muy feliz de dar sentido a las elegantes solapas, que creo que realzan el corte del traje. Precisamente el otro día, cuando felicité a Leonard Cohen por el premio Príncipe de Asturias que le habían concedido, él me dio las gracias por el gran papel que yo había tenido. Y si mi destino me ha llevado a especializarme en la traducción poética es porque creo que en esta clase de trabajo es fundamental que el traductor sea también un poco poeta. Sería de locos tratar de verter un poema al recipiente de otro idioma sin que la traducción tuviera cierta calidad poética.

 

Tu relación con Leonard Cohen va más allá de la estrictamente profesional ¿Es necesario para un traductor conocer personalmente a aquel que ha de traducir o puede convertirse en un problema por la quizás excesiva libertad que puedas tomarte a la hora de abordar sus textos?

Es muy importante para un traductor poder consultar con el autor todas las dudas que le plantee el texto original. Es un regalo muy valioso. Juegas con ventaja. Algo con lo que pocos traductores privilegiados podemos contar. Casi un lujo. Contar con la complicidad del autor es una garantía que te puede permitir rozar la excelencia en tu trabajo. Por más que te entregues a la obra, hasta incluso llegar a creer que la has hecho tuya, lo cual no deja de ser una apropiación consentida, hay momentos de profundidad en los que no puedes bajar más sin el pulmón del creador. No puedes profanar la tumba del poema sin el consentimiento del autor para incinerar el cuerpo poético. La purificación en el aire es necesaria, como el malabarismo de un gato que parece dar vida a todo lo que toca. Debes revivirlo.

 

¿Para realizar este libro has tenido que cambia tu manera de trabajar? Las dificultades que puede presentar un texto a traducir no parecen ser las mismas que empezar desde un papel en blanco, ¿En qué faceta te sientes más a gusto?

No es esta biografía de Leonard Cohen el primer libro que escribo como autor. Particularmente, sobre Leonard Cohen he publicado varios ensayos biográficos, aunque tampoco es Cohen el único autor al que he biografiado. Además, como poeta, tengo publicados tres poemarios. Por supuesto, el proceso tiene poco que ver con el hecho de enfrentarse a una traducción, aunque son caminos paralelos. La creación propia profundiza en tu mundo personal, pero tú no eres nadie sin los demás. Todos somos un cúmulo de influencias, experiencias, relaciones, lecturas, escuchas, visiones.

 

¿Cuánto se queda por el camino de un texto original a como finalmente queda traducido? ¿Está el arte o la técnica de la traducción suficientemente desarrollado como para que el lector que no domina el idioma de un autor pueda acceder en plenitud a su pensaminto a traves de su traducción a sabiendas?

Es un juego de equilibrios. Hay mucho en juego. Exige mucho sacrificio. El autor está en tu boca. Estás hablando en nombre de otra persona. Es una tarea que implica gran dosis de responsabilidad. Y muchísimo amor. Enorme respeto. Gran conocimiento del autor. A veces has de renunciar a la literalidad en aras de la musicalidad. Porque el poema traducido debe tener su propia música, una fluidez que se haya conseguido en el cauce poético a base de deshacer todos los grumos que se pudieran formar en la boca al darle expresión oral. Un poema nace en su forma escrita, pero alcanza su plenitud al darle voz. Sin la voz sería como un violín sin su arco. Cuando un poema se hace canción, todo el universo baila. Sin embargo, por razones desconocidas, hay poemas que te permiten jugar más que otros. Te permiten incluso la osadía de la rima. Pero no sabes cuál es el misterio, el código que lo descifre. El poema es el reflejo indescifrable del misterio del poeta. A veces ni siquiera el propio autor lo conoce. El poema rompe las barreras del espacio, del tiempo y de la personalidad. Yo siempre he defendido la versión bilingüe, es decir, la traducción enfrentada al texto original, para que el lector conocedor del idioma materno no se sienta traicionado. Luego arrastras esa traición toda la vida. Una versión que no sea bilingüe demuestra gran falta de respeto. Es también como un escudo para el traductor. Puede defenderse mejor, y explicar su trabajo mediante sus propias palabras. El lector puede entenderlo o no, compartirlo o no, pero el traductor juega limpio.

Entrevista publicada en la revista AUX Magazine (www.auxmagazine.com) en verano de 2011.

http://www.leonardcohenfiles.com/manzano10.html

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