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Jazz en el despacho de Hitler. El irónico paso del tiempo.

El periodista y corresponsal de guerra Plàcid García-Planas, publica un interesante trabajo en el que, a modo de crónica, se dedica a describir en qué se han convertido los lugares que fueron testigos de los hechos históricos del Siglo XX. Una impactante reflexión sobre el paso del tiempo que se hizo acreedor del Premio Godó de Periodismo de Investigación. Hablamos con su autor quien acaba de volver de la convulsa ciudad Libia de Ras Lanuf.

 El que fuera despacho de Hitler en Munich convertido en un local donde ensayan jazz, la denominada música degenerada en boca de los mandatarios nazis. ¿Así de irónico es el paso del tiempo?

Es así de irónico y todavía más. El lugar de Milán donde colgaron los cadáveres de Mussolini y su amante es hoy una barra de McDonald’s… El paso fronterizo de Danzig donde empezó la Segunda Guerra Mundial es hoy una zona de ligoteo gay… Y después de restregarnos su ironía por la cara, el tiempo es implacable y lo pulveriza todo. Cuando entré a ese despacho, hoy Escuela de Música y Teatro de Munich, estaban ensayando la canción de un grupo californiano que se llama Four Non Blondes… ¡El despacho del Führer de los arios invadido por Cuatro No Rubias!.. A la Historia le encanta jugar con nuestros sinsentidos.

 El libro está impregnado de una amarga lírica en la crónica que haces sobre los lugares testigos de acontecimientos bélicos del siglo pasado ¿Es inherente a un corresponsal de guerra curtido como tú esa visión entre trágica y cómica de la vida?

La guerra es dolor, y creo que la mejor manera de describir el dolor en una crónica es a través del lirismo y de la paradoja. Lirismo: La Ilíada, primera obra de la literatura occidental, es casi una crónica de guerra, con ella nace la poesía. Y paradoja porque la guerra amplifica nuestras contradicciones hasta el infinito.

 Estos días asistimos en diferentes países árabes a jornadas que se antojan históricas por los cambios políticos y sociales que pueden acarrear. ¿Te atreves a vaticinar en qué pueden convertirse algunos de los lugares simbólicos que asisten hoy a esta revolución?

Es un problema de símbolos superpuestos. La plaza de El Cairo epicentro de la revuelta se llama Tahrir, que significa ‘Liberación’… Alguien ya había ‘liberado’ antes a los egipcios… Gadafi se califica de ‘revolucionario’, al igual que los insurgentes que se han levantado contra él… En los casos tunecino y egipcio, podría ser Facebook, que ya es un ‘lugar’… Una vez me llamó por móvil una amiga. `Hola, ¿estás en Facebook?’, me preguntó. ‘No. Estoy en Kandahar’, le respondí.

 Se dice que aquel que olvida la Historia está condenado a repetirla. No nos espera un futuro muy halagüeño por lo que tu libro describe…

No hay que olvidar nunca la Historia, pero tampoco podemos convertirnos en sus rehenes. Es un equilibrio muy difícil, un debate sin una solución clara. No podemos poner una placa en todos los lugares donde Hitler hizo o dijo algo porque entonces perpetuaríamos su memoria. A mi lo que me fascina es cómo la vida cotidiana -una hamburguesa, una canción o el sexo- acaban por fagocitar lo escenarios de la Historia en mayúscula. Hace unos años, en el cementerio más grande de soldados alemanes de la Primera Guerra Mundial en los Balcanes, observé como los niños jugaban al fútbol: entre miles y miles de tumbas, anárquicamente, moviendo cada día las lápidas rotas para marcar las porterías…

“Jazz en el despacho de Hitler”, Plàcid Garçia-Planas Ed. Península. 280 páginas, 22,50 euros.

Entrevista realizada por e-mail desde Barcelona el 15 de marzo de 2011 y publicada en AUX Magazine (www.auxmagazine.com).

Jazz en el despacho de Hitler. El irónico paso del tiempo.

 

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