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Tino Soriano. La fotografía como experiencia

Tino Soriano figura como uno de los grandes nombres de la fotografía documental de los últimos años. Conocido también como gran divulgador y docente de todo lo relacionado con la fotografía como herramienta para contar historias. Charlamos con él para saber más de alguien siempre comprometido con todo lo que la vida puede ofrecer y que se vale de la fotografía para poder exprimirla al máximo.

Blackkamera cumple sus primeros 10 años. Una de sus primeras actividades fue organizar un taller, ¿Cuáles serían los principales cambios que has observado en fotografía desde aquel primer taller, hace diez años, hasta el día de hoy?

Probablemente sea la democratización que ha supuesto el auge de las redes sociales a la hora de acceder a fotógrafos y mostrar nuestro trabajo, algo que es estupendo, pero que a su vez ha influido negativamente por un exceso de oferta. También a la hora de encontrar información de un fotógrafo sucede que hay demasiadas entradas no directamente relacionadas con su trabajo, sobre todo si su nombre ha salido en prensa por asuntos no relacionados con la fotografía.

También se ha producido el surgimiento de bancos de imágenes gratuitas, teniendo a golpe de clic miles y miles de fotografías, lo que ha eliminado la agencia como intermediario entre cliente y fotógrafo.

La profesión de fotógrafo casi ha desaparecido. Hace unos años si sucediera algo en algún lugar, se enviaba un fotógrafo a documentarlo. Hoy día es impensable pues allá donde suceda algo siempre va a haber imágenes de ello de cualquiera que estuviera por allí.

 Los tiempos en los que ibas con una cámara han acabado. Ahora, si recibes un encargo, aparte de la cámara, has de ir con micrófono, audio, escribir, responder seguidores en redes, hacer un podcast, etcétera para exprimir la noticia tanto como sea posible.

Tu obra, llena de múltiples proyectos, se puede enmarcar dentro de lo que sería fotografía documental. Sin embargo, llama la atención lo diferentes que son las temáticas que abordas, fotografía de viajes, fotografía de cercanía con el trabajo en torno al Lago Banyoles y todo el trabajo relacionado con la Medicina. Temas muy diferentes que me imagino exigirá una forma muy distinta de abordar cada uno, ¿cómo consigues transitar por todo ellos y no flaquear en ninguno?

Para mí, haga lo que haga, la fotografía es experiencia. Un escritor, Julio Llamazares, hablaba de que él solo era capaz de escribir de cosas que había vivido en primera persona. Como fotógrafo me sucede lo mismo. Quizás lo que menos me interesa de mi trabajo es la fotografía. Lo que me interesa es mi vida, porque es corta, breve y he intentado que fuera tan intensa como me fuera posible. Todo lo que fotografío es el resultado de lo que he vivido. No abordo los temas como fotógrafo, sino que las fotografías salen a partir de mis vivencias a partir de esos temas. He tenido la suerte de que me compraran las fotografías y he podido vivir de ello.

Algo que llamará la atención a muchos fotógrafos aficionados, es lo ligero del equipo con el que trabajas, sin apenas nada más que una pequeña cámara… ¿perdemos demasiado tiempo en preocuparnos en tener la mejor tecnología posible en nuestro equipo?

Desde luego. Cuando era más joven y no sabía nada de fotografía al igual que mis amigos de entonces, teníamos eternas discusiones sobre reveladores, objetivos, que si la definición, que si perdía por los bordes… cuestiones muy técnicas. Cuarenta años más tarde, esas discusiones se han trasladado a la tecnología que hay en estos momentos, cosas que, aunque no tengas ni idea de hacer buenas fotos, las puedes entender y aplicar.

Yo como docente lo he cuidado mucho. En mis talleres nunca hablo de tecnología, entre otras cosas, porque no lo uso. En mi libro Los Colores y Tú apenas dedico seis páginas a posproducción cuando en otros libros ocupan más de la mitad de ellos.

Si te paras a pensar, cualquier de los fotógrafos clásicos, han hecho su trabajo con cámaras que estos momentos están en museos, trabajaban con un 35 mm, un 50 mm, quizás un teleobjetivo corto y no necesitaban mucho más. No incluyo aquí fotógrafos de naturaleza que han de trabajar con grandes teleobjetivos para fotografiar animales que pueden estar a un kilómetro de distancia, pero sí en lo que sería mi especialidad, que es el reportaje gráfico.

El gran truco me lo enseñó Quim Manresa. Él venía a decir algo así como, si hay algo a más de diez metros, no me interesa. Creo que es una buena norma para quien se dedique a fotoperiodismo.

Aparte, cuando empecé en esto de la fotografía, veía fotógrafos mayores que yo con problemas de espalda por cargar equipo pesado durante muchas horas al día y pensé que yo no sería una excepción a ello, por lo que fue otro motivo para trabajar con cámara pequeña y poco equipo.

Si nos hablan de un fotógrafo de viajes, se puede llegar a pensar que es uno de los mejores trabajos posibles del mundo, por lo de desplazarse a lugares exóticos y dedicarse a fotografiar un lugar en el que todo es novedoso y espectacular, ¿cuánto de erróneo hay en esta idealización de esa profesión?

Es una manera de ganar dinero. Es una especialidad. Yo lo llamaría fotografía turística, vender destinos turísticos por medio de fotografías. La ventaja es que has de desplazarte al lugar, disfrutas del clima, de la gastronomía, de las vivencias… Hay pocos fotógrafos de viaje, en España, prácticamente solo estamos Gonzalo Azumendi y yo, que llevamos cuatro décadas dedicándonos a ello. Y si le preguntas tanto a él como a mí, si bien da mucho glamour por esto que contabas, podríamos destrozar el tópico en un momento diciendo que mientras los demás están de vacaciones, tú estás trabajando como un desesperado. Uno puede pensar al ver una foto de una playa, que has estado allí disfrutando, pero en realidad llevas tres horas buscando a quienes sí están disfrutando del lugar mientras tú trabajas. Es un trabajo duro, porque llegas a un lugar nuevo, has de conducir, no conoces el idioma, has de parar en lugares donde es difícil aparcar, pero que es donde está la fotografía interesante… Podría explicar lo difícil que es, pero basta ver qué pocos fotógrafos de viaje hay, por lo que no será tan fácil. Puedes viajar a un lugar, hacer fotos allí, pero lo que es el concepto de cubrir un reportaje para lo que te puede pedir una revista como Geo o National Geographic, va mucho más allá. Hay que saber abordar una realidad diferente, absorberla y compartirla con personas que han estado o les gustaría estar allí. Es una trampa. A muchos les gustaría ser fotógrafo de viajes, pero claro, cómo compites contra los bancos de imágenes gratuitos. Se trata de saber entender, absorber y compartir la realidad de un lugar y plasmarlo en tus fotografías. Cada vez más, se pide recoger la experiencia de entablar contacto con la gente, contar historias mucho más personales por encima de las sempiternas fotografías de paisajes y puestas de sol.

De todos los países en los que has fotografiado, ¿recuerdas alguno en el que la gente fuera especialmente amable o te haya resultado muy sencillo establecer contacto y trabajar? ¿alguno en el que haya sido más complicado y la gente haya sido algo más reacia a dejarse fotografiar? ¿Tienes en cuenta la legislación del lugar a la hora fotografiar extraños?

En la República Checa, si no ha cambiado la legislación, por ley, debes pedir permiso a la persona que quieres fotografiar en la calle, pero dudo que alguien lo haga. Es ponerle puertas al campo. Lugares donde es fácil fotografiar gente, por ejemplo, Irán, que es un país tremendamente amable. Suelo organizar viajes allí por la amabilidad de su gente. Siempre se presta a ser fotografiada e incluso agradecen que se les fotografíe. Hasta los ayatolás se dejan fotografiar. En países budistas también es sencillo. Allí impera el si tú eres feliz, yo soy feliz y si te hace feliz fotografiarme, bien está. Es verdad que quizás en estos países se abusa de la amabilidad de la gente en nombre de la fotografía.

Lugares complicados para fotografiar gente, en los países andinos, en los árabes, en general, no les gusta mucho que les fotografíen. Recuerdo cuánto me costó uno de mis últimos trabajos en Bolivia. En algunos países de África puede ser complicado. Con una tribu Masai, al preguntarles si podía fotografiarles respondían contrariados por ello, por pretender fotografiarles con una cámara con la que había fotografiado hienas. Es importante conocer la cosmogonía del lugar al que viajas, las costumbres, su cultura.  El fotógrafo de viajes es alguien más que tiene una cámara y un billete de avión, sino alguien que entiende los más y los menos de la sociedad en la que se mueve.

¿Algún consejo que puedas dar a esos fotógrafos tímidos que pierden grandes fotos por no atreverse a apuntar con la cámara en alguna situación?

Todos somos tímidos. Siempre me cuesta mucho hacer la primera foto. El gran error es que la gente piensa como un paparazzi, estar ahí escondido y cuando pase alguien fotografiar. La fotografía no funciona así. Antes de tomar la fotografía hay que presentarse, romper el hielo, no robamos fotos por lo general. Lo principal no es la fotografía en sí. Saber aproximarse al sujeto, establecer un contacto hasta que se sienta cómodo para que le hagas fotos. Puede que hay quien defienda que se puede perder la espontaneidad y prefiera esconderse con un teleobjetivo para fotografiar a personas desde lejos, pero si lo que nos interesa está como mucho a diez metros de distancia, va a ser difícil fotografiar sin que su presencia se note. Hay otras formas de conseguirlo. Se trata de bajar la tensión, de quedarse un rato por el lugar fotografiando fachadas, árboles, hasta que dejas de ser el centro de atención y la gente vuelve a sus quehaceres y es entonces cuando puedes fotografiar sin que apenas reparen en ti. Muchas veces el problema es que vamos a fotografiar con prisa y de ahí es difícil sacar algo bueno. Hay que saber tener paciencia.

Una parte importante de tu trabajo se ha centrado en documentar temas de entorno médico, hospitales, pacientes de diversas enfermedades, ¿Cómo se aborda un tema que puede ser tan duro como ese? ¿Es posible mantener una distancia por preservar la propia salud mental o por el contrario es imprescindible empatizar con la situación de aquellas personas que estás fotografiando?

Has de empatizar con la persona. Si fotografías a alguien con una enfermedad, no puede tener la sensación de que estoy distante, que no lo hago por ganar un premio, sino porque a mí me interesa. Es cuando muestras un interés verdadero por una situación cuando se hace más accesible poder fotografiar. Pasas a ser parte de la vida de esa persona y sí, sufres, no tanto como él o sus familiares, pero, a pesar de ello, siendo consciente de que tu tarea es ser efectivo y dejar constancia de esa situación, porque la fotografía, a veces, puede tener mucha trascendencia con el paso de los años. Puedes marcar una especie de barrea psicológica con la cámara, como hacen los enfermeros y los médicos, pero es algo que te afecta. Este desgaste lo gestiono con la fotografía de viaje y la docencia, ambos caminos que sirven para aliviar la tensión del fotoperiodismo.

Sigues organizando talleres y revisiones de porfolios, ¿aprecias una evolución en quienes participan en los mismos con respecto a cuando te iniciaste en esta tarea? ¿Ha aumentado de algún modo la cultura visual por vivir en un mundo absolutamente plagado de imágenes? ¿Cuál sería la principal carencia con la que tus alumnos llegan a los talleres?

La mayoría de alumnos que vienen a mis talleres saben infinitamente más que yo sobre tecnología. Yo trabajo con la cámara en automático y utilizo versiones antiguas de software para trabajar con mis fotos. Es lo que necesito y nada más. No me interesan mucho los avances tecnológicos. Sí que vienen con mayor cultural visual, pero también con un exceso de información. Padecen algo que yo llamo el síndrome de estudiante eterno. Quizás deberían limitarse más al ámbito en el que quieren fotografiar. Es más fácil de explicar si lo comparo con la Medicina. Puede que seas un cirujano y que te guste la psiquiatría o la dermatología. Todo es Medicina, sí, pero obviamente, poco aprenderás de tu especialidad con esas otras dos ramas de la Medicina. No es que sea un tiempo perdido, pero tampoco me va a aportar a la especialidad que hago. A mí me interesa ver gente con carreras paralelas similares a las mías.

Mis alumnos vienen con un exceso de información y una carencia de concepto. Saben de técnica, pero fallan en el concepto básico, el alma de las fotos. Cuando escribí el libro Ayúdame a mirar, un trabajo que pretendía explicar algo fácil como es explicar por qué una foto está bien hecha y por qué no y de ahí salieron 600 páginas. Yo mismo me sorprendí de hasta qué punto la fotografía es compleja. Tiene un proceso mental que es brutal y es en ese proceso donde más carencias veo en gente que sabe de estética, de tecnología, de otras materias como puede ser la difusión en redes, pero sobre la materia prima, controlan poco, en general, y es que es algo que se aprende con muchos años de experiencia, reflexionando mucho sobre lo que haces y, también, acudiendo a talleres de expertos. Eso es algo que Blackkamera mima mucho. Organizar talleres de fotógrafos consagrados. Yo he tenido la ocasión de asistir a talleres de fotógrafos como Elliott Erwitt, Alex Webb, Cristina García-Rodero, Navia… y creo que es donde más aprendí. Poder ver en unas pocas horas o unos pocos días más que su obra, accesible en libros o webs, sus motivos para hacer lo que hacen, cómo y por qué lo hacen. Eso es lo que has de aprender de alguien que tiene más experiencia.

En un entorno donde la tecnología, lo digital y lo virtual adquiere cada vez más importancia, parece haber un auge entre los más jóvenes de la fotografía analógica, ¿cómo observas ese fenómeno? ¿crees que no pasa de ser una moda que como otras pasarán? ¿Puede ser algo positivo para entender mejor la esencia de lo que es la fotografía o por el contrario va a ser un problema por lo que las modas pueden provocar como es el alza de precios de máquinas, carretes, etcétera?

Siempre hay un porcentaje de personas con tendencia explorar lo clásico. Es como cuando escuchabas la música con un vinilo, que se podía ensuciar, romperse fácilmente, pero aún, hoy en día, hay gente que te defiende que la música se escucha mejor en vinilo que en digital. Son criterios. En fotografía pasa parecido. Hay un público más interesado en lo clásico.

Si yo fuera profesor de fotografía haría que mis alumnos empezaran por la forma clásica de hacer fotografía, porque te aporta algo que la fotografía digital te niega, que es la necesidad de imaginar. Cuando revelas aprendes muy bien lo del sistema de zonas, los grises, los colores… No es algo que haya aprendido con Photoshop. Además, en la parte directa, la parte del disparo, estabas limitado por el dinero, cada carrete tenía treinta y seis disparos y había que pensar muy bien cuándo fotografiar. Yo cuando trabajaba con película para National Geographic, tenía que enviar a Washington los carretes sin revelar y con notas explicando lo que había en cada uno. Alguien revelaba esos carretes y los editaban. Yo no los veía hasta que pasaba más de un año y se publicaba la revista y hasta pasados dos, no tenía los negativos revelados de vuelta. Esto requería un gran esfuerzo de concentración porque no podías saber cuál iba a ser el resultado de lo que fotografiabas.

Con la digital puedes disparar casi sin pensar, tirando una y otra vez y viendo lo que has hecho de inmediato, y quizás de ahí viene la carencia de quien ha aprendido a fotografiar con la digital, que no necesita pensar mucho en lo que quiere fotografiar. Has de entender que la fotografía es mucho más que hacer un clic ante lo que tienes delante y que detrás hay una serie de valores intangibles que son lo que tienes que aprender a ver y a reproducir.

En estos tiempos en que todo se fotografía de manera masiva, ¿Ha de ser el objetivo principal de un fotógrafo ser capaz de articular su trabajo en torno a un proyecto, saber crear series de fotografías y editar su propio trabajo? ¿Conseguir esa fotografía que de algún modo pueda convertirse en icónica es algo que ya tiene una importancia secundaria?

Es importante que un fotógrafo cuente con un cuerpo de trabajo. Una línea de trabajo consistente en el tiempo. Si ves el trabajo de Cristina García-Rodero, ves un cuerpo de trabajo, o, por ejemplo, si repasas la obra de Txema Madoz, ves que tiene una línea de trabajo.

Ahora se toman más fotos, se hacen series, reportajes, pero la fotografía icónica, siempre será la fotografía icónica. Suele suceder en los concursos y certámenes, que es una única foto la que gana. Es la foto que no tiene parangón, la que alcanza el rango de icono. Una imagen que es como una bofetada a la audiencia y que tiene mucho recorrido. Me viene a la memoria, por ejemplo, la foto del niño sirio ahogado en una playa de Turquía. Esa foto formaba parte de un reportaje, pero esa fue la imagen que alcanzó trascendencia y se volvió icónica.

Transmitido a título de revista, la fotografía icónica sería la doble página, la imagen que de algún modo hace la presentación del tema que va a tratar el reportaje, que resume el tema que aborda, y luego otro conjunto de fotografías, forma el reportaje añadiendo datos sobre el mismo.

https://www.tinosoriano.com/

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