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La Plaza Nueva de Bilbao

© Rafael Ramírez-Escudero

La Plaza Nueva de Bilbao es un espacio peatonal que se encuentra en el corazón del Casco Viejo de la villa, barrio caracterizado por la gran cantidad de pequeños comercios de todo tipo dispuestos en sus calles peatonales, lo que le convierte en uno de los lugares más transitados y de mayor afluencia de toda la ciudad.

A pesar de encontrarse en el barrio más antiguo de la ciudad, esta plaza es de relativamente nueva construcción, la cual ha sufrido a lo largo del tiempo, diversos cambios estéticos desde su inauguración hasta llegar al aspecto actual que conocemos hoy día aunque sin perder su esencia original. Es considerada una interesante propuesta de arquitectura neoclásica cuyo valor reside en haber sabido reflejar el espíritu de la Ilustración, pues se trata de un entorno funcional, cómodo y bello, pensado para disfrute del ciudadano, además de suponer una de las principales renovaciones que, en el plano urbanístico, tuvieron lugar en el Bilbao del siglo XIX.

La zona delimitada entre las calles Askao y Correo en la que hoy se levanta la Plaza Nueva fue hasta inicios de dicho siglo, un lugar utilizado para el cultivo y fue entonces cuando aquellos aires ilustrados que llegaban de Europa inspiraron diversos proyectos urbanísticos para la capital bizkaina, proyectos entre los que se incluía la creación de una plaza monumental allí donde solo había huertos, para que así todo el área colindante se revitalizara y produjera una mejora significativa en los inmuebles cercanos y en los réditos que de ellos pudieran lograrse. Si bien el proyecto de crear una plaza esas características fue acogido en un principio con gran expectación, diversos problemas administrativos y de financiación provocaron que pasaran varias décadas desde que el proyecto fue presentado hasta que pudiera llevarse a cabo, habiendo también reticencias por parte de diversos sectores que veían en la construcción de nuevas viviendas en la zona un peligro de que las ya existentes perdieran valor. Intereses encontrados, por tanto, sobre una construcción que finalmente solo pudo llevarse a cabo gracias a la mediación del Rey Felipe VII quien en los primeros años de la plaza dio nombre a la misma. Tres arquitectos diferentes figuran como los autores de la Plaza Nueva, Silvestre Pérez quien levantó los planos en 1821, Antonio de Echevarría, quien cuatro años más tarde asumió la dirección de la obra y Avelino de Goicoechea, arquitecto que asumió el mando desde el año 1840 hasta la finalización de la obra once años más tarde, arquitecto que introdujo pronunciadas modificaciones en el resultado final con respecto a la idea primigenia.

La Plaza Nueva ha sido desde sus comienzos un testigo privilegiado de la vida de la villa habiendo tenido domicilio en ella entidades tan importantes como la Diputación de Bizkaia, la Bolsa, Correos y Telégrafos, el colegio El Salvador de los Hermanos Maristas o la Real Academia de la Lengua Vasca, Euskaltzaindia, siendo el lugar de encuentro de autores y artistas, de encendidas tertulias literarias o de celebración de multitud de eventos y festivales.

Entre los numerosos hitos habidos en la historia de la Plaza, también se encuentra el de haber sido en el año 2008 el primer lugar público de Bilbao en convertirse en zona con conexión WI-FI dentro de las actuaciones previstas para dotar de conexión a importantes lugares del núcleo urbano bilbaíno.

La Plaza Nueva es hoy día todo un triunfo del espacio público, un entorno urbano en el que se reúnen ciudadanos de toda edad y condición y dedicado principalmente a actividades relacionadas

con el ocio, una costumbre esa de reunirse en una plaza, que parece aguantar bien el signo de los nuevos tiempos en el que tantas tradiciones y costumbres han cambiado sustancialmente o prácticamente han desaparecido ante el empuje de nuevas formas de esparcimiento.

Convertida por tanto en uno de los puntos neurálgicos de la villa, su apogeo vital llega cada mañana de los domingos, momento en que una cincuentena de puestos callejeros se disponen bajo sus arcos, haciendo las delicias de coleccionistas de todo tipo ante puestos de venta o intercambio de filatelia, numismática, antigüedades, de discos y libros de segunda mano, etc… arremolinándose ante ellos grandes cantidades de clientes y curiosos ávidos de encontrar pequeños o grandes tesoros que fomenten aún más su pasión por el coleccionismo. También proliferan de forma espontánea corrillos de niños y adultos para intercambiar cromos. Una tradición esta del mercado que se remonta muchísimos años atrás y que aglutina a miles de personas cada mañana de los domingos estando todo ello rodeado de una inigualable oferta hostelera que se dispone en los soportales de la plaza en donde multitud de cafeterías y bares comparten un espacio en el que se alterna la tradición de cafés centenarios con camareros de uniforme y decoración de principios de siglo XX con otros negocios de hostelería en el que puede encontrarse la más sofisticada restauración y el más innovador diseño de sus instalaciones, abiertos buena parte de ellos al albur de la oleada de turistas que en los últimos años han tenido a bien visitar Bilbao y que encuentran en la Plaza Nueva un lugar que captura la esencia de lo que es el ocio de sus habitantes y que les permite por un rato sentirse como un bilbaíno más.

David Tijero Osorio:
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