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Un viaje por la ría de Bilbao

La ría de Bilbao se extiende a lo largo de 23 kilómetros desde la localidad de Basauri, lugar donde la unión de los ríos Nervión e Ibaizabal conforman un estuario que atraviesa el área metropolitana de Bilbao hasta su desembocadura en el mar Cantábrico y que congrega en sus dos márgenes la comarca más densamente poblada de la cornisa cantábrica y uno de los principales ejes económicos del Sur de Europa.

Su cauce entra a Bilbao por el barrio de La Peña, dividiendo la villa en dos partes las cuales se comunican por medio de una decena de puentes a lo largo de toda la localidad. Un cauce que ha visto profundas transformaciones en su entorno en las últimas tres décadas, llegando a convertirse en el eje del desarrollo urbanístico y turístico de la ciudad. La reordenación de las zonas abandonadas en los márgenes de la ría tras una dura reconversión industrial, la construcción en Abandoibarra de varios de sus edificios más emblemáticos, tales como el Palacio de Euskalduna, las Torres Isozaki o el Museo Guggenheim, quizás el mayor hito arquitectónico de finales de siglo XX y obra cumbre de Frank Gehry, así como la urbanización y creación de paseos en sus márgenes dan buena prueba de ello.

Una regeneración que no ha afectado solo a los márgenes de la ría, sino que también sus aguas han tenido un largo proceso de purificación y saneamiento alcanzando el nivel de oxigenación de la misma de un 60%, lo que ha permitido la aparición de diversa fauna marina y la posibilidad de practicar actividades lúdicas y deportivas, siendo incluso apta para la organización de eventos deportivos de nivel internacional, tales como el Bilbao Triathlon o la competición de saltos extremos organizada por Red Bull.

Dejando atrás Abandoibarra, llegamos al barrio de Olabeaga tras pasar junto al Museo Marítimo y la grúa Carola, convertida ya en uno de los iconos más reconocibles de la villa. Olabeaga, antigua zona llena de talleres navales ha debido adaptarse al escaso suelo disponible entre la ría y las laderas del monte Arraiz y que, sin embargo, acumula toda una cultura marítima y portuaria que constituye su principal rasgo de identidad.

Llegando a Zorrotza se pueden ver los restos de la antigua fábrica de harina Grandes Molinos Vascos, uno de los edificios más significativos del patrimonio industrial de Bizkaia. Un edificio a día de hoy abandonado a pesar de estar declarado como Bien Cultural Calificado desde el año 2009. En frente, la ya isla de Zorrotzaurre tras las obras del canal de Deusto, en pleno proceso de pasar de ser un entorno industrial decadente a convertirse en el último ensanche de Bilbao mediante el plan de regeneración que en su día presentó la arquitecta Zahah Hadid. Un ambicioso plan que convertirá a la isla en un moderno barrio con la sostenibilidad como característica principal.

Dejando atrás Bilbao, el paisaje urbano torna progresivamente en industrial y podemos apreciar las huellas de un pasado reciente de metalurgia y astilleros. Un patrimonio industrial que cada vez concita un mayor interés turístico y que convive con nuevas fábricas, más pequeñas y también más productivas.

Tras pasar bajo el Puente de Rontegi, un coloso de 42 metros de altura que une Erandio con Barakaldo aparece majestuoso una las joyas arquitectónicas más importantes del territorio, el Puente de Bizkaia, popularmente conocido como el Puente Colgante. Un puente transportador construido en hierro para unir las localidades de Portugalete y Areeta. Inaugurado a finales del siglo XIX y nombrado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2006, es una puerta inigualable para llegar al estuario natural de la ría conocido como la Bahía del Abra desde donde se divisa el Puerto de Bilbao, el punto de mayor tráfico marítimo del Cantábrico.

David Tijero Osorio:
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